Una fuga de agua no es solo un pequeño contratiempo: puede convertirse en un problema serio si no se detecta a tiempo. Desde el aumento de gastos hasta daños estructurales, estos son los efectos más comunes que sufren los propietarios cuando su piscina pierde agua.
Uno de los primeros síntomas es notar que el nivel baja constantemente y hay que rellenar la piscina con más frecuencia. Esto incrementa notablemente el coste en la factura del agua.
Las fugas afectan la eficiencia del sistema de filtración y del cloro. Hay que usar más productos químicos y la depuradora trabaja más, lo que se traduce en más gasto energético y desgaste del sistema.
El agua que se escapa puede acabar filtrándose al terreno o incluso a estructuras cercanas, provocando humedades, inestabilidad en el terreno o problemas en la base de la piscina.
Muchos clientes se quejan de que no logran encontrar el origen de la fuga por sí mismos, lo que genera incertidumbre, frustración y tiempo perdido con pruebas ineficaces o reparaciones mal hechas.